Hace un año por el feriado largo que se dio gracias a la
Cumbre ASPA (América del sur – países Árabes), que tiene como fin impulsar
el intercambio económico y comercial entre los países de la Liga Árabe y la
Unasur, salió un viaje inesperado.
De un día para otro recibí la
llamada de mi hermano, quien me preguntaba si tenía planes para este fin de
semana largo. A mi respuesta negativa, él me dijo si quería viajar con su
familia y, de inmediato, muy contenta le dije que sí.
El viaje era al día siguiente, y
a las 5:00 p.m. salía el avión. De prisa comencé a empacar mi ropa más
veraniega, ya que íbamos a Punta Sal- Tumbes. Me ponía de acuerdo con mi
hermana mayor para saber qué llevar, qué
prestarnos, qué hacer.
Llegó el viernes y la llamada al
teléfono fijo, a las 08:00 a.m., me despertó. Con toda la flojera del mundo
seguí echada en mi cama hasta que escuché que mamá me llamaba para ir a
responder. Era mi hermano. Me daba consejos de qué llevar, y con qué ropa
viajar. Me decía también que no coma muchas cosas porque al ser mi primer viaje
en avión podría afectarme un poco. Yo, muy obediente y más ansiosa que el día
anterior, dejaba todo listo para mi gran primer viaje.
Como cosa de nada se hicieron ya
las tres de la tarde. No tenía hambre, y estaba un poco enojada porque mi
hermana mayor no llegaba con las sandalias que me tenía que prestar. Y hasta
que por fin llegó. Tomamos un jugo algo ligero, y esperamos pacientes a que
sean 04:30 p.m. para partir hacia el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, ya
que está cerca a mi casa.
Ahora sí. Llegamos ya al
aeropuerto. Y el principal, el que tenía los pasajes y todos los papeles no
llegaba aún: mi hermano. Llego prácticamente a las 06:30 p.m. cuando el avión
ya estaba por partir. Pero algo nos detuvo. El permiso que tenía mi hermana
menor firmado por mis padres para poder salir de Lima estaba mal elaborado. Por
poco y no la dejan viajar. Gracias a su llanto y a que la recepcionista se
apiadó de ella y selló su permiso.
Cuando ingresamos ya y subimos al
avión, nos hicieron apagar a todos los celulares y tablets, porque llenarían el
tanque del avión. Hubo imperfecciones en el avión por lo que bajamos y tuvimos
que cambiar de vuelo. Pero ya, por fin despegó el avión. Ahora en el aire, con
algo de nervios a que se me tapen los oídos, lo bueno es que no pasó porque fui
mascando un caramelito todo el viaje que fue solo de una hora y media.
Al aterrizar en Piura, apenas
pisamos el pequeño aeropuerto norteño, mi hermana y yo corrimos al baño porque
en el avión teníamos mucho miedo de que se caiga la parte trasera.
Llegamos a eso de las 07:30 p.m.
y también llegaba el conocido canta autor peruano Gianmarco. Tenía ganas de
quedarme y esperar a verlo, pero la camioneta Van de color plomo que en envió
el hotel para llevarnos, ya nos estaba esperando. Así que no lo vimos.
El viajo duró tres horas, y
cuando llegamos al inmenso y muy bonito hotel, fuimos a registrarnos. Con mucho
hambre fuimos a comer al buffet del hotel, hamburguesa, salchipapa, pollo broaster.
Todo era comida rápida. Y sentimos real el conocido dicho: “barriga llena,
corazón contento”. Fuimos a dormir, y nos dividimos en las dos habitaciones con
tres camas cada una.
Estuvimos tres días ahí
disfrutando del rico sol del norte. Es así que por fin pudimos pasar un
relajante y emocionante fin de semana largo.
Por Mónica Echeverria García
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