lunes, 11 de noviembre de 2013

Crónica al Cerro San Cristóbal


Desde los ojos de una mujer misteriosa
La mujer de cabellos canosos cierra los ojos, lista a empezar el viaje. Son cerca de las cuatro y media de la tarde. El sol está ocultándose entre las nubes oscuras. Camina hacia la estación; se para  junto a  varias personas, esperando el  bus, el cual se está demorando. Después de varios minutos llega. Una mujer con cola alta, empieza a llamar a sus futuros pasajeros, quienes suben con cuidado al igual que ella. Se le ve tan religiosa y sencilla. Mientras ella se dirige al asiento trasero, el bus parte de la Plaza de Armas, pasa por la Catedral de Lima, el Palacio de Gobierno, y se dirige a la Av. Abancay. Hay tráfico, y es raro porque es domingo.
Entre los minutos que ella mira por la ventana con melancolía, y arregla sus cabellos, nota que el cielo  se está oscureciendo. Saca de su bolso un libro, “El Alquimista”. Empieza a leer y se pierde en la historia.
Llegamos rápido al hermoso y antaño distrito del Rímac, en cual en  la época de la Colonia era llamado barrio “Bajo el puente”. Aun se puede observar algunas casas y calles de la Lima antigua, por las casonas antiguas que hasta hoy se conservan. Al otro lado, menos bello, está la delincuencia.
En el tour se pasa por muchos lugares del  Rímac. Está la plaza de toros de Acho, fundada el 10 de enero de 1766, durante el gobierno del virrey Manuel Amat. En este precioso lugar, se practica la brutal matanza hacia los toros llamada cultura. Es bello el lugar, pero como dijo una vez Salín Vera, vocalista de Libido: “Es un lugar tan hermoso, y pensar que en este lugar matan toros, y así dicen llamarse humanos”.
También pasamos por el Monumental Paseo de Aguas, el cual encierra una historia muy preciosa y exuberante. Se dice que el monumento fue construido gracias a una promesa que el virrey Amat y Juniet le hiciera a una de las mujeres más celebres del siglo XVIII, Micaela Villegas, más conocida por la sociedad limeña de la época como la Perricholi, y que significó uno de los más sublimes símbolos de amor que el gobernador catalán le dedicó.
De pronto, la guía informa que van a empezar a subir  hacia el cerro.  La mujer, un tanto mayor, levanta el rostro y mira al reloj del carro. Son las  seis de la tarde. El camino es muy estrecho y empinado. Parece como si todos los viajeros del  bus estuvieran unidos por un mismo sentimiento: el miedo. Ella también. Al mirar por la ventana, se observan casitas en el cerro de colores muy vivos y algo descuidadas.  Poco a poco vamos subiendo más. El temor aumenta.  De seguro, muchos recuerdan accidentes que ha habido en este lugar, como coasters volcadas o ciclistas que se aventuran por estos lares.
El   bus empieza a dar vueltas, y ella se mueve con él.  Ponen música criolla para amenizar el  recorrido. Ya no se ven muchas casas, sino todo gris. Una joven madre empieza a cantar; sus niños la siguen. La mujer de cola alta informa que llegamos.
La mujer misteriosa baja del bus, y  lo primero que ve es la cruz, la cual mide veinte metros de altura. Es muy bella y brillante. Se acerca para ver el material que es de madera fina. Se da cuenta que las luces en la Cruz son focos  separados uniformemente. Una de las personas que trabajan  ahí le dice que estas las suelen prender alrededor de las siete, cuando todo Lima está oscureciendo. Ella asienta con la cabeza tímidamente. Hay un  pequeño kiosco, en el cual se compra una cajetilla de cigarrillos para aplacar el frío. Se dirige hacia la parte del mirador.  Para ella, pasa desapercibido el Museo de Sitio del mirador. Se para junto a otras personas que le toman fotos  a la cruz y a la ciudad. Desde ahí, arriba, se puede ver la cúpula del Cementerio Presbítero Maestro, inaugurada en 1807. Luego solo se ve una mancha negra, sin luz. Supongo que son los otros cementerios. También se puede observar la parte trasera de Comas, Chorrillos, el Rímac, La Punta, etc... Pero ella está parada mirando el cielo, como buscando algo preciado. Las lágrimas caen por su rostro. Entonces, agarra un cuaderno de su bolso y empieza a escribir.
Estar en el mirador del cerro San Cristóbal es como estar en el cielo. Desde arriba todo es pacífico, hay luces de colores, tranquilidad infinita, pero también están los recuerdos. Ella lo sabe bien. Sus recuerdos se ven que son tristes por las lágrimas que suelta con nostalgia. Alrededor de ella existen otras personas que, desde el mirador, se sienten como en el cielo, miran y recuerdan personas que estuvieron y ya no están. Y también están personas que prometen regresar con alguien amado. El cerro San Cristóbal es un lugar lleno de paz y amor. El mirador te hace mirar de otro punto el mundo.
Se cuenta que en este lugar, a poco tiempo de fundarse la ciudad de Lima, se colocó una gran cruz de madera en el cerro más próximo de la civilización, la cual fue destruida por soldados españoles durante el cerco de Lima en 1536. Poco después de romper del todo el cerco de Lima, se libraron las terribles batallas de Pachacamac y de Rumichaca, que costaron decenas de vidas. Francisco Pizarro se dio cuenta de que el peligro había terminado y luego mandó a construir otra cruz y lo bautizó con el nombre de San Cristóbal, porque en su día se ganó la batalla.
Durante la época de la República hubo muchas propuestas para instalar un monorriel que pudiera facilitar su ascenso, pero, lamentablemente, el mantenimiento y el alto costo de su construcción no lo lograron hacer.
También se cuenta  que empresarios japoneses invirtieron en el cerro San Cristóbal para que sea un lugar tranquilo y bello, lleno de áreas verdes. Pero no se pudieron concretar, porque las personas que ahora radican en el Rímac, invadieron el lugar.
El viento sopla en contra, y solo  le dan la espalda. En eso, la mujer de cola alta llama a todos los del bus. Habrá pasado una hora y media. Todos regresan. La mujer de cabellos canosos también, con una sonrisa placentera. Bajan del cielo para ir a la tierra. Y sus recuerdos quedan marcados en el viento como en la gran cruz.
Fuente: http://www.panoramio.com
Por Alejandra Ruiz

4 comentarios:

  1. Felicitaciones amigui <3
    bonita crónica

    ResponderBorrar
  2. Si genial n.n recuerdo haber hecho ese recorrido de pequeño :) realmente muy inspiradora la cronica (Y) esta parte me causo curiosidad "También se cuenta que empresarios japoneses invirtieron en el cerro San Cristóbal para que sea un lugar tranquilo y bello"

    ResponderBorrar
  3. Algo nostálgico , que bonito relato !!!

    ResponderBorrar
  4. Muy bonita crónica, ahora tengo ganas de hacer un recorrido por ese hermoso lugar. Sigue adelante.

    ResponderBorrar