martes, 3 de diciembre de 2013

Entrevista: UN PADRE LUCHANDO POR SUS HIJOS


La sociedad está acostumbrada  a ver a una mujer luchar por la tenencia de sus hijos. En el caso de Alejandro Solórzano Pizardo es diferente. El busca la tenencia de ellos. Me responde indignado que la que le puso la demanda fue ella. Si bien la sociedad está siempre acostumbrada a ver a madres que luchan por sus hijos, no se dan cuenta que en el país hay muchos padres que también buscan lo mismo. Lamentablemente, hay personas que han tenido hijos, pero nunca se han preocupado por ellos y para obtener estos derechos de madre se victimizan delante de un juez o de una persona y, a veces, llegan hasta a corromperlos.          

Cada vez que tocamos el tema del juicio por sus niños, veo sus ojos llenarse de rabia, un gran vacío en su alma y una cólera guardada. Me comentó que es la indignación que lo embarga al recordar que ella se llevó a sus hijos intempestivamente y que no está pensando en su bienestar, ya que a ella no le importó abandonarlos cuando ellos no podían ni defenderse. Eran niños inocentes y ahora se quiere hacer la víctima frente a una jueza

También me comenta que su corazón le dice que ella maltrata a tus hijos. Yo le digo que en esta situación no bastan las corazonadas, sino también pruebas para que sustente lo que dice. La mejor prueba, según él, son las llamadas que ha podido grabar, donde, ninguno de los familiares de la madre de sus hijos se los quiere pasar y a lo lejos escucha la voz suplicante de su hija que dice: “no quiero estar acá. Llévenme con mi papi. En este momento, se le caen algunas lágrimas y me voy dando cuenta de cuán grande puede ser el amor de un padre hacia un hijo.

Los padres cometen muchos errores, ya que en este mundo nadie es perfecto, y estos traen terribles consecuencias, ¿Cuál crees que fue el mayor error que ella cometió? Me cuenta, un tanto decepcionado, que la vida de ella, antes de conocerlo, era un poco alocada y, lo peor fue que, aun siendo su pareja, seguía haciendo una vida de soltera.  Me dice que le permitió muchas cosas, entre ellas, que consumiera drogas y, si bien él le dejó en claro que no le entraba a eso, ella lo siguió haciendo, pero ella, para quedar bien delante de su familia, intenta hacerle quedar mal echándole toda la culpa de sus errores. Resignado dice que, obviamente, su familia siempre le va a creer a ella y que por ese lado no puede tener ninguna esperanza.

Si existe la justicia en este país, ¿Cree que la sentencia será favorable para ti? Me quedo sorprendida al escuchar su respuesta, ya que al escucharle hablar sobre el juicio, estaba casi segura que confiabas en salir victorioso en este trago amargo.

Su respuesta fue muy contundente. Un “no” salió presuroso de su alma herida y fue ahí que entendí que, aunque no crea en la justicia de este país, tiene una leve esperanza y como dice el dicho: “La esperanza es lo último que se pierde” Dice que la justicia en este país es muy manipulable y, por lo tanto, muy fácil de sobornar. Me explica que todo esto se va a tornar muy tenso, debido a que su caso será expuesto en algunos medios; que cree que va haber una arremetida de parte de la jueza, la cual ha denunciado en los medios y si es así, está casi seguro que no le dará la tenencia de sus niños. Veo que el solo hecho de pensar que no le van a dar la tenencia, lo aflige mucho. Me dices que hará y recorrerá todas las instancias posibles y que, si es posible, luchará por ellos en una corte internacional. Todo con el fin de, algún día, estar al lado de sus hijos y recuperar la felicidad perdida, la cual le fue arrebatada por esos sinsabores de los cuales la vida está hecha. Vuelve a tocar el tema de la corrupción en la justicia y en el país en general. Me comenta que estudias Derecho y veo que no solo se ha  quedado en ser un simple espectador en el juicio, sino que también, ha decidido, de algún modo, participar en el juicio y que, con esto, se ha podido dar cuenta que ese mundo está lleno de compañerismos, amiguismos. El colmo de todo esto es que la solidaridad les sirve para taparse unos a otros, y así cobrarse, en el momento preciso los favores concedidos.

Los niños siempre sienten más apego con la madre que con el padre. Se dice que es un lazo natural y que nada ni nadie lo puede romper ¿Al regresar a tu lado, crees que se sentirán a gusto y estarán tranquilos? Le pregunto. Al escuchar a su hija, el día en que fue a la casa de su madre, se pudo dar cuenta que ella está esperando que en cualquier momento él llegue a recogerla. Esto le causa tristeza, ya que si dependiera de él, lo hubiera hecho hace tiempo, pero es la madre de ellos la que no deja que hable ni que los vea, pero sabe que ellos se sienten mil veces mejor viviendo con él que con su mamá. Esto es porque las veces que su madre iba a la casa del padre a ver a sus hijos, la niña prefería subir a ver TV con su padre  y le decía a ella que si quería se podía ir y, es que, en realidad el que tiene una gran conexión con sus hijos es él.

 Por Marilin de la Cruz

 

ENTREVISTA: Sin apoyo logró salir adelante y ahora es transportista


Entrevista a Julián Cisneros Ramírez


Te he estado observando desde que bajaste de aquel vehículo con franjas de color rojo, naranja y amarillo. Tu sonrisa es radiante. Tus ojos lucen frescos, pero al mismo tiempo cansados. Supongo que es por las horas de trabajo. Me encuentro ahora contigo. Es tu horario de descanso. Me cuentas que tienes tan solo un par de horas. Me das 40 minutos para poder responder mis preguntas. Entre risas y conteos de cronómetro, me dices una vez más que el tiempo corre y que entre poco debes reincorporarte a tus labores de rutina diaria.

Conozco parte de tu vida. Sé que perdiste a tu madre de pequeño. ¿Muy complicado cierto? Abres los ojos como lupa, haces un gesto de duda y tristeza. Me cuentas que cuando esto sucedió tenías apenas 13 años, que la muerte de tu madre fue repentina, que no te afectó tanto como a tus otros cuatro hermanos, porque eras tú el mayor y el que más preparado para la vida estaba. Mencionas de igual manera que es un dolor inmenso, pero que ese fue tu motor y motivo para salir adelante. Dices que trabajabas desde muy pequeño, siempre con el fin de aportar alguna platita extra para el hogar.

A raíz de la muerte de tu madre, viajaste a Lima. Tú radicabas en Huánuco. Llegaste a la capital con el fin de culminar tus estudios secundarios y trabajar para ayudar a la mejora de educación y calidad de vida de tus hermanos y padre. Entonces quiero preguntarte, cuál fue tu primer trabajo. Levantas pecho y el ambiente se vuelve más ameno. Me cuentas que comenzaste como ayudante de una tienda de abarrotes, que te encargabas de abastecer mercadería desde los 13 años. A tus 18 años lograste independizarte y conseguiste capital de tu primer y único patrón, persona con quien trabajaste cinco años.

Me dices que te cachueleabas vendiendo golosinas para los puestos de diferentes mercados. Por bolsa o caja te podías ganar 10 céntimos o hasta 1 sol y para ti eso era suficiente. Recuerdas que en una etapa de tu vida, cuando buscabas crecer, te enfermaste de una terrible enfermedad, pero que lograste superarlo con un tratamiento.

_Cuéntame, te digo, ¿cuál fue tu primera decepción como negociante?
_Uy!_ exclamas_. Recuerdo haber viajado a Arica, Chile, con el fin de comprar golosinas cuando de repente aparecieron dos tipos y me asaltaron parte del capital que llevaba conmigo. Ello me llenó de mucha ira.

Sé que viajaste al extranjero. Te pregunto si ello fue parte de tu independización? Asientes con la cabeza y me dices que fue una hermosa experiencia. _Viajé al Japón, Tokio, con mi grupo de amigos del colegio, pues uno de ellos tenía descendencia japonesa y me llevó para allá sabiendo que buscaba un mejor futuro. El ser responsable y el tener las agallas que pocos tienen, me hizo conocer muchos lugares ricos en cultura y sobre todo me permitió obtener el capital que necesitaba. En Tokio trabajé en limpieza y en maquinaria pesada. Ello siempre me apasionó.

Le pregunté cuál fue su secreto para tener éxito. Me dijo que fue fundamental dedicarse por completo a lo que siempre añoró. El ahorro fue fundamental, el ser metódico de igual manera y la responsabilidad que siempre practicó desde muy pequeño.

Indagué sobre si tenía un modelo de superación, a lo que respondió: _Por supuesto: mi gran abuelo, pese a no tener absolutamente nada, lo tuvo todo; logró superarse, logró mejorar su calidad de vida para él y para su familia. Fue una persona muy exitosa, muy aguerrida, muy admirable. Fue mi modelo a seguir.

Repentinamente se asoma uno de tus tres vehículos, aquel que compraste en 1991. Me cuentas que es tuyo. Sonríes y dichoso me dices: _Esta fue mi primera herramienta de trabajo, fruto de mi primera inversión.

 Me dices que seguro es lo que todo mundo siente cuando consigue algo con tanto esfuerzo. Me aconsejas que nunca deje de soñar, que nunca deje de desear, que persiga mis anhelos y que jamás flaquee. Entonces, te refuto y te pregunto cuáles son tus adversidades. Suspiras y me dices que lo común son los accidentes, fallas mecánicas, las ordenanzas que cambian en corto plazo, las revisiones técnicas.

Y es que el negocio es rentable, pero requiere mucha dedicación y cuidado, sin embargo, como transportista te sientes realizado,  pues sientes que estas contribuyendo con el desarrollo de tu país. Te veo fortalecido por un bien económico muy rentable y provechoso. Luego añades: _deseo seguir en este medio por mucho tiempo más.

Te digo que la dicha abunda en ti y te pregunto, ahora, qué opinión tienes sobre las muy sonadas foto papeletas. Respondes sereno y me dices que estás de acuerdo, que es una contribución para el transporte urbano, ya que consiste en un mayor control y manejo de paraderos establecidos, medición de velocidad y carriles autorizados, sobreguarda las acciones de los peatones y conductores, etc., pero que desearías, como muchos colegas, que estas cámaras se encuentren en lugares viables y  que fuera bueno que los policías no anden cambiando de un lugar a otro sin dar señalizaciones.

De pronto, nuestra entrevista es interrumpida por tu celular. Me cuentas que ya es hora de tu retornar a la empresa.

Por Valerie Cisneros Lizano.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Crónica: La tranquilidad de las olas


Se siente la brisa del mar, ese olor particular que hace reconocer que estamos cerca a nuestro destino: “Agua Dulce”; la playa más popular de Lima. Se llega a ver a la distancia el mar, acompañado de la soledad. Al llegar, veo cómo las olas revientan con un solo golpe seguido de un murmullo uniforme que se va perdiendo.
Si hablamos de playa, lo primero que se viene a la cabeza es agua, sol y arena. Al llegar, se puede apreciar cómo las olas vienen con tanta velocidad, y al llegar,  la marea va subiendo reventando en las piedras con tanta rudeza. Al encontrarse allí, lo primero que pisas es arena áspera, con tan solo tocarla, te da la sensación  de sacarte los zapatos y enterrar los pies.
Observar detenidamente el mar y su grandeza. El atardecer que ni en las mejores películas se ven. Ese hermoso mar que tiene  tanta profundidad que te hace sentir tranquilidad. El   simple hecho de estar ahí, sentada, da una sensación de libertad. Tu mente se despeja, se liberan  tus problemas, y se deja atrás tus tristezas. Por todo esto, te das cuenta que las mejores cosas no tienen precio. Bien dicen que en el mar la vida es más sabrosa y no se equivocaron.
A lo lejos se puede ver a los surfistas desaparecer en medio del mar. Tanto puede ser su pasión por ese deporte, al punto de arriesgar su vida, pero a la vez se puede apreciar adrenalina pura encarnada en un ser humano flotando en el agua, tratando de esquivar olas o sumergiéndose en lo más hondo.
Ese día, el sol estuvo ausente, por más que luchó para tratar de salir, en medio de esas nubes que le impidieron relucir, pero por más esfuerzo que hizo durante toda esa tarde, no logró zafarse.
En el transcurso, se ve caminando un vendedor de helados, tal vez con la esperanza de vender algo, pero así como vino se fue. Al parecer, no fue su día. Dicen que el mar tiene vida propia, por el simple hecho de ver cómo viene y va. Se ve los barcos flotando como si estuvieran abandonados.

Tal vez no sea la temporada perfecta para disfrutar de la playa, con el sol y la arena, pero sí el lugar indicado para reflexionar. A falta de personas, se puede escuchar el sonido del mar, el cantar de los pelicanos hasta el sonido de la brisa. Bien puesto tiene el nombre “Agua Dulce”. Pero no todo es agua, arena. También nos encontramos con un hermoso malecón y al retirarse podemos apreciar sus enormes esculturas.


Agua dulce


Por Rubi Neyra

domingo, 1 de diciembre de 2013

Testimonio: La magia de mis 15 años


Lo más curioso de mi quinceañero fue que no solo fue una ilusión propia, sino también de toda la familia. Cada vez que nos reuníamos para cualquier acontecimiento, se terminaba hablando de mis quince años.
La más emocionada era mi tía  Manuela,  desde que tenía  5 años no paraba de hablar de ese gran día. Transcurrieron los años y al cumplir 14 años todo se comenzó a alistar.
En el 2006, el año del esperado quinceañero todos mis familiares y amigos comenzaron a ofrecer cosas para la grandiosa fiesta. En la hermandad de  Santa Rosa, de la cual formábamos parte  mi mamá y yo, todas las señoras pusieron su granito de arena. Una de ellas me regaló los zapatos, otra la torta, otras colaboraron con dinero.
Lo más bonito de todo fue que colaboraron con propia voluntad. Otra señora me prestó su casa y lo único que falto para que fuera completo fue la presencia de mi padre, que por circunstancias de la vida no pudo o no quiso estar presente en ese día tan importante. Sin embargo, su presencia quedo disminuida por al omnipotente presencia de mi abuelito, quien me brindo unas hermosas palabras.

A la que agradezco más es a mi madre que de acuerdo a sus posibilidades me celebro una hermosa fiesta.

Por Marilin de la Cruz

jueves, 28 de noviembre de 2013

Aprendiendo a ser madre

Entrevista a: Karolay Guerrero Montalvo


Karolay tiene ojos grandes y redondos y a través de su mirada refleja toda una historia. Esta adolescente de 18 años que amamantaba a un pequeño, a quien tenía en brazos y  a la vez cuidaba de muy cerca a otra pequeña que, vestida de mariposa, jugaba muy alegre por entre las flores del parque María Elena Moyano, en Villa el Salvador.

Se percibe su cortesía. Es sorprendente verla tan joven y realizando un rol tan importante como es ser madre. Ante la pregunta de qué se siente ser madre, ella miró a su pequeña que, en ese momento jugaba con su pelota inflable en el pasto, y respondió la pregunta de una manera pasiva. Contó que ser madre a los 15 años conlleva mucha responsabilidad por no tener experiencia, y luego hay que dejar los estudios y después vienen los problemas económicos.

En un tono melancólico, acotó que también se tiene problemas sentimentales, por lo que no se sabe cómo manejar una relación. La parte más difícil de su embarazo fue la convivencia con su pareja, pues Benji el padre de sus pequeños, también es muy joven y era mucha responsabilidad para ambos.

Sonrió y dijo que fue él a quién le chocó el embarazo, pues ya no saldría. A divertirse. Ahora su prioridad era su pequeña que venía. Él, a veces se cansa, se aburre por la bulla, por la responsabilidad que tiene con los bebés; por eso no es tan fácil, acotó.

Su niño empezó a llorar. Ella se paró a pasearlo. Se le notaba cansada. En ese momento, suspiró y confesó que a veces tenía ganas de salir a divertirse, pero que no podía por los bebés, porque no tenía con quien dejarlos, aunque sería difícil para ella la idea de salir y no saber cómo están sus niños. Sentiría una incertidumbre tremenda. Sorprende la madurez con la que se expresa. Sus ideas eran tan claras, a pesar de ser una adolescente.

Su hijo dejó de llorar. Ella volvió a tomar asiento, Quizá fue la libertad que le dio su madre o la falta de atención lo que tuvo como consecuencia su embarazo. Karolay confesó que no vivía con su papá, pues él trabajaba fuera de Lima. En aquel tiempo solo vivía con su mamá y su hermana, dos años mayor que ella. Prácticamente paraba sola puesto que su progenitora trabajaba todo el tiempo y llegaba en la madrugada por lo mismo que es madre soltera y tenía que velar por ella y su hermana.

 Hubo un poco de descuido de parte de su mamá, lo que hizo que se aferre a Benji. Esta no la dejaba salir. Incluso cuando se enteró de que Karolay estaba con ese muchacho, le  prohibió verlo, a pesar de que su casa estaba al frente de la suya. Su tío, por petición de su mamá, los vigilaba y hasta les quiso pegar.

Bajó la cabeza con una mirada llena de tristeza y melancolía, Dice que a pesar de que su tío estaba pendiente de ella, sentía que no había control en su hogar y como era muy niña, no le tomaba importancia y además estaba muy ilusionada, pero eso no era lo peor. Ella necesitaba una persona a quien confiarle sus dudas y no tenía la suficiente confianza con su madre.

Se agarraba las manos un tanto nerviosas y se percibía en su mirada un sentimiento de rencor, pues su madre se decepciono de ella. Ya estaba a un año de culminar el colegio, lo que siempre le traía tristeza.

En ese momento, unas lágrimas bajaron de su mejilla – “Duele que se decepcionen de ti y más aún si es tu madre”, refirió.

Se calmó, tomó aire y continuó narrando su historia. Al principio de su embarazo, su madre sufrió mucho; incluso quiso que Karolay perdiera al bebé. Fueron al lugar donde iba a abortar, le mandaron hacer una ecografía y refiere que fue en ese momento en donde su mamá se arrepintió de la decisión que había tomado.

Suspiró, miró a su hija y dio una breve sonrisa. Dice que en el momento que su progenitora miró su ecografía, la abrazó, le pidió perdón y prometió que iba apoyarla. Cuenta que en ese instante, ella abrasó a su madre y le pidió perdón. Aquel recuerdo vuelve a causarle más lágrimas.

Cogió un pañuelo y se secó la cara con delicadeza. Refirió que para ser madre primeriza llevó con tranquilidad su embarazo e incluso no tuvo nauseas, ni ningún otro malestar.

Lo que genera mayor asombro es que acaba de tener a su segundo hijo, a quien sostenía en brazos. Karolay miró a su bebé, le dio un beso y narra que cuando se enteró de que estaba embarazada nuevamente, al comienzo, no lo creyó. Pensó que lo que tenía era un quiste, pues tuvo una hemorragia. Por eso no aceptaba el embarazo.

Confesó que cuando confirmó que esperaba a su segundo hijo pensó incluso en abortar. Dice que estuvo varios días sin saber qué hacer y la desvelaba la reacción de su madre.

Cuenta con un tono sensible la decisión que pensó tomar en aquel tiempo. Pero luego lo pensó bien; dijo que el bebé no tenía la culpa y que no sería lo indicado. Menciona que su hijo quizá si tuvo un propósito, pues en ese tiempo se iba a separar de su pareja y cuando él se enteró del embarazo se alegró.

Afirma que fue una situación difícil, porque el retomar una relación donde ya no hay un sentimiento por medio es complicado.

Su mamá no tomó la noticia como la primera vez. Fue ella quien le dijo que no abortara.
Karolay cuenta que es su progenitora y su hermana quienes la apoyan, pues su pareja no tiene un trabajo estable.

Ante la pregunta sobre la crianza de sus hijos, ella refiere que es un poco complicado. Con un tono agotador, dice que, mientras a uno tiene que tenerlo tranquilo en la cama, cambiarlo de pañal, bañarlo, darle de lactar, su hija mayor le pide que la haga jugar, que le converse. Es agotador, refiere.

Su caso es admirador, aunque para algunos no quizá el mejor ejemplo, para otros será una experiencia de lucha ante las adversidades.

Cuenta que cuando su hija hace alguna pataleta, no le pega, solo le habla. Y cuando le colma la paciencia, lo único que hace es castigarla diciéndole; “ya me voy al parque y tú te vas a quedar sola”. Claro que nunca lo hace. Solo lo hace para calmarla, refiere entre risas.

La noche se acerca y Karolay se despide muy gentilmente. Refiere que fue muy grata la oportunidad de poder contar parte de su vivencia. Su rostro lucía feliz. Así se dirigió muy lentamente a casa junto a sus dos hermosos pequeños a seguir cumpliendo ese maravilloso rol que es ser madre.




Por Pamela Noemí Albán Martínez

Crónica: Una muerte más por la irresponsabilidad

Pasaba caminando con mi hermanito por las calles de Villa el Salvador cuando de pronto nos  detuvo intempestivamente una escena desgarradora protagonizada por una señora de aproximadamente 35 años que se encontraba arrodillada sobre la acera de la pista y lloraba sin cesar abrazando sobre su pecho a un pequeño quien estaba tirado y lleno de sangre pues minutos antes el pequeño había sido atropellado por un chofer a quien muy poco le importo el hecho y fugo inmediatamente.

Las personas que habían presenciado el lamentable hecho corrieron para tratar de auxiliar al niño, unos se acercaban, otros solos de lejos con el celular en la mano llamando a una ambulancia, la madre del pequeño que había cruzado la pista con él pero que solo fue el niño quien llevó la peor parte, gritaba desesperadamente pidiendo ayuda.

Un señor que también estaba en su auto y quien se encontraba justo en el momento del accidente cerca al chofer que había producido este trágico hecho al ver que este último intentaba escaparse lo persiguió con su auto pero no llego a alcanzarlo.

Traté de acercarme al tumulto pero no pude pues mi hermanito estaba muy asustado, entonces solo observe desde lejos y con mi celular dando aviso a la policía. Muchos de los testigos habían logrado apuntar la placa del carro que había causado el accidente y esperaban que este sea capturado. La ambulancia llego a los pocos minutos pero no pudieron hacer nada por el niño, pues este había fallecido al instante.

Al llegar a mi casa le conté a mi madre y hermana el hecho que habíamos presenciado, ellas al igual que yo criticaron a esos señores irresponsables que manejaban ebrios por las calles. Fue una tarde muy silenciosa. Sentía impotencia de las vidas que se pierden pero no por la culpa de alcohol sino por las personas que lo consumían y manejaban, ¡acaso no tienen sentimientos!

 Y no es un accidente más, es la inseguridad que habita en el Perú por esos choferes irresponsables que sin pensar en las consecuencias de sus actos manejan ebrios.

Cada día al despertarme enciendo el televisor y solo veo noticias de personas que han sido víctimas de esos inescrupulosos choferes que se pierden en su ola de diversión sin importarles el riesgo al que están expuestos muchas personas por culpa de ellos.

El Perú es un país que tiene un índice muy alto de personas que mueren atropelladas, esto es alarmante para la ciudadanía, porque nadie sabe en el momento en que salga de su casa y no  regresar pues un irresponsable más decidió acabar con su vida.


POR PAMELA NOEMI ALBAN MARTINEZ

martes, 26 de noviembre de 2013

Julio Cotrina - Notas Interpretativas


Entrevista a Juan Quispe


Este hombre sobrevive, sin familia y sin un lugar donde dormir

Mientras la noche empezaba a caer y el viento comenzaba a soplar, me encontré con Juan, en esa pocilga con paredes de madera que sostenía el techo de eternit donde todos los días pasa sus noches sentado. Así es su vida a diario y está acostumbrado a ello.

Me senté junto a él y lo saludé como si lo conociera de tiempo. Pensé que se negaría a responder las preguntas, pero no fue así; es más optó por invitarme un poco de su licor, diciéndome: brinda conmigo.

Vertió de su botella un poco de licor en un vaso. Esta bebida tenía un fuerte olor y supongo que también amargo. Me entregó el vaso. Lo único que hice fue sonreír, sostener el vaso de plástico y dejarlo a un lado de donde yo estaba sentado. Él seguía tomando.

Entonces, le pregunté si se siente bien con su vida. Empinó el brazo, tomó un sorbo y me dijo: _soy feliz cuando tomo, pero cuando no lo hago me siento triste.

Sin embargo, su rostro me decía otra cosa, que cuando él tomaba realmente, se sentía triste y abandonado lo único que hacía era tomar y tomar como si todo anduviese bien.

Simplemente, mostraba desinterés por su vida. Es así que le pregunté si quería cambiar de vida y me dijo: _No, para qué cambiar, si a nadie le intereso. Trabajo para mí, tomo para mí y vivo para mí.

Sus respuestas parecían falsas, ya que cada vez que respondía, tomaba y agachaba la cabeza, como culpándose de algo que hizo mal.
Ya había realizado dos preguntas, y Juan me preguntó, señalando el vaso: _y eso no lo vas a tomar o me lo tomo.

Creo que pensé mucho en mi respuesta; entonces, Juan no lo pensó dos veces, agarró el vaso y se lo tomó. _Esto es vida_ dijo mientras se reía y sacaba otra botella más del bolso que llevaba, pues Juan se dedica a juntar botellas de plástico para luego venderlas y con ese dinero comprar su licor, y de vez en cuando alimentarse de uno o dos panes. 

Voy por la tercera pregunta. Juan, cómo es qué logras sobrevivir en este mundo, me parece algo a lo que yo no podría sobrevivir y tú lo haces. Orgulloso de sí mismo y mostrando furor en su rostro, me dijo: _Si sigo vivo es gracias a esto (levantó la botella) y a Dios, que está conmigo.

Metió su mano por el cuello de su polo y me mostró el collar que llevaba puesto. Era un rosario y señaló: _El me protege y me guía a donde yo vaya, se que siempre estará conmigo y no me abandonará. Cada día que despierto, abro los ojos con miedo pensando si amaneceré vivo o muerto. Gracias a “Papá Lindo” es que sigo en este mundo.

Y es cierto lo que me dijo, pues en su rostro están plasmados esos golpes e hinchazones. Solo Dios sabe cuánto tiempo más lo dejará en la tierra. Los vagabundos iban llegando a este lugar de mal vivir, donde los pobres hombres piensan vivir en gloria cuando en realidad, viven para morir.

Entonces, le pregunté cuántas botellas tomaba al día, y me dijo: _eso depende de lo que gane al día. Esta botella me cuesta un sol, y tengo que juntar más de 30 botellas de plástico para venderlas y poder vivir de esto _y si no te alcanza_ para eso está los amigos. Vengo acá y me invitan. En esta vida todo da vueltas. Hoy por mí, mañana por ti.

El viento corría más fuerte. Yo temblaba de frío y Juan, solo tiene ese polo que le cubría y un pantalón jean de color azul, pero totalmente, sucio y con un hueco en el lado derecho. Al parecer, ya se había acostumbrado a este aire fuerte por las noches. _Juan, ¿no sientes frío? _Le increpe y me respondió: _qué frío, si hace calor_. Así como el viento sopla fuerte, qué corriente te trajo hasta aquí; por qué te importa mi vida, qué quieres saber.

Solo le dije que buscaba la forma de poder ayudarle, y luego arremetí: _ ¿eres feliz? Y él contestó  que no le interesa lo que digan los demás. Al fin y al cabo es su vida.

Mientras iba respondiendo, podía notar como sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no lo mostraba. No dejó ni una lagrima derramar, pues sostuvo el llanto de tanta impotencia. A pesar de toda esa valentía, su voz se le quebraba y simplemente era por el dolor que sentía dentro.  Fue el momento indicado para averiguar si desearía cambiar de vida, así el me haya anticipado que se siente bien con la suya.

_Soy una persona normal. Qué me diferencia de ti. Yo te quintuplico la edad, y me vas a venir a dar consejos_ enfatizó y soltó una carcajada. Entonces, insistí. Hubo un silencio como película de suspenso. Me miró y era como si fuera la pregunta del millón. Fue un segundo que parecía una eternidad. Estaba totalmente preparado para su gran respuesta. Empinó el brazo. Tomó otro sorbo, y me dijo: _siguiente pregunta.

No me quedaba más remedio que terminar con esta pequeña charla, que al parecer ya no le agradaba mucho a este hombre. Lo único que hacía en toda la conversación era tomar, apoyar sus brazos en sus piernas y agachar la cabeza. Ya estaba acostumbrado a ello.
Solo me quedaba una pregunta más, no porque él me dijo, sino porque cada vez que agachaba la cabeza sus ojos se cerraban, y se balanceaba en sí mismo.

Le dije a Juan que ya me tenía que ir y que me gustaría poder conversar nuevamente. No respondió. Ya se había dormido, incluso hasta empezó a roncar. Le toqué el hombro y le moví. Pensé que me estaba haciendo una broma. Esperé sentado unos minutos más. No pasaron ni 10 minutos y la botella media llena que la sostenía en su mano, la soltó y se derramó todo el alcohol barato que siempre compra.

Efectivamente, se había quedado dormido. No había más que hacer. Saque una bolsa con bizcocho y lo dejé dentro del bolso que tenía puesto.
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 TESTIMONIO


Los talleres de enero y febrero


El 2013 se proyectaba como un nuevo año, con nuevas experiencias y logros por adquirir. Con ideas que tenía en mente desde que empecé este gran salto a una nueva aventura. Lo único que necesitaba era el espacio de un aula para poder hacer realidad este proyecto. Cosas del destino, llegó esa gran oportunidad.
 
El uno de enero, aproximadamente a las 7:00 de la noche, como es de costumbre, me senté frente al monitor a revisar mis cuentas de correo. Es así que recibí un mensaje al Facebook, el cual decía lo siguiente: “Hola Julio. Te saluda Christian Villar. Lucero Gonzales, una compañera de estudios, me habló de ti. Me comentó que ustedes habían estudiado juntos en el MALI (Museo de Arte de Lima), es por ello que le pedí una persona de confianza para que pueda asumir el cargo de profesor de teatro en la Municipalidad de San Juan de Miraflores. Espero tu pronta respuesta”. Este mensaje había sido enviado 20 minutos atrás. Entonces, no lo pensé dos veces y le respondí que estaba interesado.


Luego de esta pequeña conversación, sería citado para una entrevista en la misma Municipalidad en el área de Educación, Deporte y Cultura. Era tanta la emoción que esa misma noche que recibí la noticia, empecé a realizar mi plan de trabajo para el Taller de Actuación. No era tan dificultoso, ya que tenía un modelo de plan donde había trabajado antes.


En ese momento, mientras me encontraba realizando mis propuestas para presentarlas en la entrevista, me di cuenta que existen amistades que realmente te valoran y es bueno cultivarlas. Lucero fue una amiga del taller de actuación en el MALI donde dictaba clases el actor Ramón García. Asimismo, tuve la oportunidad de actuar con Lucero, y nunca olvidaré su personaje de “niña buena”. Es así que la llamé al celular y le agradecí por su recomendación, y si de alguna u otra forma podía corresponderle a ello. Y ella que nunca dejará sus bromas de lado, me dijo: “no te preocupes amigo, solo quiero un Mercedes Benz afuera de mi casa”.
Llegué a la entrevista y presenté mis propuestas. Me preguntaron acerca de mi experiencia y todo relacionado a la actuación. Es así que, gracias a Dios, empecé a dictar las clases de teatro en los talleres de verano.
Escogí el horario de tres veces por semana que constaba de una hora al día, que en realidad me quedaba más de dos horas, por lo mismo que veía el entusiasmo en los estudiantes.
Empezó la primera clase y en el aula contaba con 48 alumnos, por lo que tuve que dividirlo en dos grupos. El primer grupo con niños de 4 a 9 años y el segundo, de 10 a 17 años. Aunque era relativo, si notaba talento especial en algún niño del primero grupo, lo que hacía era pasarlo al segundo.
Nunca  voy a olvidar ese gran talento de Jesús, de 8 años, a quien tan solo le pedí que interpretara la voz de una persona que está en una guerra, y lo que hizo fue espectacular. Se imaginó que estaba en el suceso, realizó las mímicas y expresó todo lo posible, interactuó con sus compañeros. Fue interesante. Y esta era su primera clase.
Es así que poco a poco me fui quedando extasiado de las maravillas que hacían estos ‘pequeños talentos’. El fin del taller era desinhibirnos, reír, compartir y actuar. Y eso se logró. La mayoría llegó a la primera clase callado, igual la segunda y la tercera. Pero el objetivo de romper el hielo se cumplió.
Sin lugar a dudas, fueron dos meses geniales de aprendizajes mutuos. Estos chicos tendrán un futuro maravilloso.